lunes, 26 de septiembre de 2016

PRECARIEDAD LABORAL Y DESIGUALDADES EN SALUD

 El verano dice adiós, las vacaciones se acaban y toca volver al trabajo…pero no para todos. Este mes de septiembre han salido publicados los datos del desempleo: el número de parados registrados en las oficinas de los servicios públicos de empleo subió en agosto hasta los 3.697.496, según la información publicada por el Ministerio de Empleo. Esto supone 14.435 desempleados más que en julio, cuando el dato se situó en 3.683.061. El número de contratos registrados en el mes de agosto ha sido de 1.451.789, de los cuales 105.129 han sido de carácter indefinido, 7.799 de carácter formativo y 1.338.861, contratos temporales. Una noticia en El País (14/09/2016) nos recuerda que en el 2016 “El 40% de los contratos en Barcelona son de menos de un mes”.

 Además de esta temporalidad laboral, hay que destacar también que los salarios son más bajos y los contratos más precarios, según explicaba al periódico Diagonal la economista Miren Etxezarreta. Todas estas situaciones tienen efectos directos negativos sobre la salud.

SOPHIE es un proyecto de investigación financiado por el Séptimo Programa Marco de la Unión Europea desde 2011 al 2015, en el que han participado nueve países europeos con el objetivo de evidenciar cómo las políticas estructurales como la vivienda, el trabajo o las decisiones macroeconómicas, tienen incidencia directa en las desigualdades en salud en función del género, el territorio o el nivel socioeconómico. Con respecto al mercado laboral y condiciones de salud, las conclusiones indican, una vez más, que la precariedad laboral se asocia a mala salud mental e insalubridad autopercibida. Se manifiesta en grupos sociales de clase media-baja con contratos de trabajo temporales y, muy especialmente, en mujeres, jóvenes e inmigrantes. Así podemos leerlo en el artículo de la Gaceta Sanitaria “La precariedad laboral medida de forma multidimensional: distribución social y asociación con la salud en Cataluña”, firmado por investigadores tan relevantes como el profesor Joan Benach o Mireia Julià. Cuando se pierde el trabajo no sólo se pierde calidad de vida sino también aspectos como la seguridad o la autoestima y aparece un sentimiento de inadecuación e inutilidad.


 Marcelo Amable y Joan Benach nos explican en el artículo “Desempleo, precariedad y desigualdades en salud” que el desempleo tiene graves consecuencias tanto en la propia persona, la familia e incluso en la sociedad en general. Pobreza, desesperación, pérdida de recursos económicos y sociales, pero, además de esto, supone también un daño a la salud. Numerosas investigaciones científicas han demostrado cómo la salud de los desempleados es peor que la de quienes trabajan. Los parados mueren antes, enferman más, sus estilos de vida son más perjudiciales, su calidad de vida es peor y tienen un riesgo 2 veces mayor de padecer un peor estado de salud mental; este riesgo aumenta a 5 en los que no tienen acceso al seguro de desempleo (y, según el Informe sobre el Estado Social de la Nación 2015, “más de la mitad de las personas en situación de desempleo no reciben ninguna prestación o subsidio”). Se ha visto que quienes tienen contratos temporales tienen el triple de riesgo de sufrir accidentes laborales o un peor estado de salud mental. Estos efectos perjudiciales para la salud comienzan desde que los trabajadores perciben la amenaza de ser despedidos.
 
La precariedad laboral ejerce una presión tremenda sobre los trabajadores que, aún teniendo derechos, no tienen condiciones para exigirlos. Un ejemplo de esto podemos verlo diariamente en nuestras consultas; nos referimos al presentismo: rechazo a la ILT por miedo a perder el empleo, el sueldo o las vacaciones. Según la V Encuesta Europea de Condiciones de Trabajo, el 40.7% de los trabajadores admitió haber trabajado estando enfermo.

El catedrático de Psicología Social Aplicada de la Universidad Autónoma de Barcelona, Josep Maria Blanch, afirma que los trabajadores precarios, los que tienen peores condiciones laborales, salariales o de contrato que el resto de trabajadores pueden incluso sufrir peores condiciones de salud que los desempleados debido a la ansiedad constante. El precario se aferra a un mal trabajo como una alternativa desesperada, pero esta sensación de frustración genera cuadros de tensión.

 Hemos visto como el paro y la precariedad laboral afecta a la salud mental, pero esto no es todo. “La salud de los trabajadores no se distribuye con equidad. Las distintas ocupaciones y clases sociales no tienen las mismas oportunidades de tener salud. En España la tasa de mortalidad de los trabajadores manuales es dos veces mayor a la de los profesionales y directivos. Esa enorme desigualdad en el riesgo de morir no es fruto de la casualidad, ni de las características genéticas o biológicas de los trabajadores, ni tampoco de los servicios sanitarios disponibles. Su causa fundamental radica en el entorno ambiental y socio-económico en el que viven y, en gran medida, en las características de su trabajo y de su medio laboral”, del artículo “Desempleo, precariedad y desigualdades en salud”.

El estudio HERMEX 2 realizado en Extremadura, documenta una clara asociación del nivel formativo con los principales FRCV, con una mayor probabilidad de tabaquismo y sedentarismo en los varones, y de obesidad y sedentarismo en las mujeres cuando no tienen formación universitaria. En cuanto a la situación ocupacional, el riesgo de tabaquismo fue mayor en los varones que no trabajaban y/o no percibían salario por cuenta ajena.


 Las enfermedades no se distribuyen por azar, sino que están profundamente determinadas por la estructura social, política y económica en la que vivimos. La injusticia y la desigualdad social lleva a desigualdades en salud. Hay muchas cosas que podemos hacer desde la consulta. Como médicos de familia tenemos una situación privilegiada para abordar estos aspectos, dada la relación cercana con nuestros pacientes. Apostamos por el modelo biopsicosocial y animamos a tener en cuenta los determinantes sociales a la hora de cumplimentar las historias clínicas, anotando, p. ej, la actividad laboral de nuestros pacientes, para mejorar la calidad asistencial y la salud de la población.

Redacción: Laura Alcon

BIBLIOGRAFÍA:

 - Datos del registro del Servicio Público de Empleo Estatal; demandantes de empleo, paro, contratos y prestaciones por desempleo. Agosto 2016. Ministerio de Empleo y Seguridad Social.
 - Cardiovascular risk factors, lifestyle, and social determinants: a cross-sectional population study. Palomo L et al.
 - Public Health in the Precision-Medicine Era
- Multidimensional measurement of precarious employment: social distribution and its association with health in Catalonia (Spain).J Benachet al.
 - Edward P. Havranek, Mahasin S. Mujahid, Donald A. Barr et al. Social determinants of risk and outcomes for cardiovascular disease. A. scientific statement from the american heart association. Circulation. 2015;132:00-00. DOI: 10.1161/cir.0000000000000228.

 -“Las políticas sociales y económicas tienen consecuencias en las desigualdades en salud”. Conclusiones y recomendaciones políticas del proyecto SOPHIE.
  -“Repercusiones de la pobreza sobre la salud de los individuos y las poblaciones”, revista FMC, febrero 2016

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