SUICIDIO, EL PROBLEMA SILENCIADO
La Organización Mundial de la Salud (OMS), identifica el suicidio y sus intentos como uno de los problemas más graves de salud pública que pueden afectar a las personas y por ello recomienda que sea atendido de forma prioritaria. Según sus datos, es responsable del 1.4% de todas las muertes; se encuentra entre las 20 causas de defunción más importantes y afecta a más de 800000 personas al año, de todas las edades, culturas o grupos poblacionales. Cada minuto se suicida una persona y cada 3 segundos lo intenta una.
En el año 2016 se registraron en España 3569 suicidios, 336 en la Comunidad Valenciana, con una tasa de 7,68 casos por 100000 habitantes. El 75% de ellos fueron hombres. El 79% sucede en personas con ingresos bajos y medios. Las tasas son más elevadas en mayores de 70 años. En el Plan de Acción de Salud Mental de la OMS 2013–2020, los Estados Miembros se han comprometido a trabajar hacia el objetivo global de reducir la tasa de suicidio en un 10% para 2020. Además, la tasa de mortalidad por esta causa es un indicador del objetivo 3.4 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible para 2030.
El Día Mundial de Prevención del Suicidio es el 10 de septiembre y su propósito es crear conciencia de que se puede prevenir.
El suicidio es el acto de quitarse deliberadamente la propia vida, mientras que el intento es la autoagresión llevada a cabo con la intención de morir sin resultado de muerte. El suicidio asistido consiste en la ayuda que una persona brinda a otra que desea acabar con su vida, ya sea con los conocimientos o los medios para hacerlo. En contraste, en la eutanasia, la persona que ayuda a otra a finalizar su vida juega un papel más activo, por ejemplo al no instaurar o suspender el tratamiento médico.
Los métodos más comúnmente utilizados varían según el país y la disponibilidad. Entre los más utilizados están el ahorcamiento, el más empleado; el envenenamiento por pesticidas, sobre todo en regiones agrícolas de bajos ingresos y el disparo con arma de fuego. La sobredosis de medicamentos es motivo de aproximadamente dos tercios de las muertes voluntarias en mujeres y un tercio en hombres.
La interpretación de la conducta suicida ha sido diferente a lo largo de la historia en función del contexto social, político y cultural. Su visión ha sido influenciada por diversos temas como la religión, el honor y el sentido de la vida. En la antigua Atenas, las personas que se quitaban la vida sin la aprobación del Estado no podían recibir los honores de un entierro normal; en la Roma antigua fue juzgado como un crimen contra el Estado debido a sus costos económicos por su práctica entre los esclavos. En la Europa cristiana pasó a ser considerado como un pecado y fue condenado. Con el desarrollo de la psicofarmacología en el siglo XX, los síntomas de desánimo reactivos a situaciones de sufrimiento se interpretan como patológicos y por tanto susceptibles de recibir atención sanitaria y tratamiento. El cristianismo, el judaísmo y el islam condenan las conductas suicidas. Los argumentos relacionados con su aceptabilidad en términos morales y sociales varían desde posturas que lo valoran como intrínsecamente inmoral e inaceptable bajo cualquier circunstancia hasta otras que lo consideran un derecho de cualquier persona que decide, de forma racional, finalizar su vida.
Desde hace poco tiempo el manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales ha incorporado el suicidio y lo incluye dentro del trastorno depresivo mayor.
En la actualidad, ningún país europeo castiga el suicidio o su intento. La despenalización ha favorecido la solicitud de ayuda. En España no es un delito, pero se castiga su facilitación o instigación por parte de terceros. El artículo 143 del Código Penal indica que «el que induzca al suicidio de otro será castigado con la pena de prisión de cuatro a ocho años».
Existe una serie de mitos sobre el suicidio como la incitación a cometerlo por hablar del mismo, la ausencia de signos de alarma o advertencia, la asociación en todos los casos con enfermedad mental o la incapacidad de prevención. Preguntar sobre este problema puede, con frecuencia, reducir la ansiedad que rodea el sentimiento; el paciente puede sentirse liberado y mejor comprendido.
Las redes sociales pueden ser transmisoras de contenidos negativos, como los juegos de retos, pero también pueden aportar aspectos positivos como las estrategias de promoción y prevención del suicidio y otras conductas positivas como la iniciativa de realizar una guía para jóvenes denominada ¨ayuda a un amigo que lo necesita¨.
Las causas de muerte voluntaria son múltiples; entre ellas destacan los determinantes sociales de la salud, como las dificultades para subsistir por la pérdida de ingresos económicos, de trabajo o vivienda, por lo tanto son muy importantes las políticas asistenciales de perfil comunitario en su prevención.
Las tasas de suicidio son altas entre los grupos vulnerables que sufren discriminación, como los refugiados y los migrantes, población indígena, personas LGBTI y personas privadas de libertad.
Es la segunda causa de muerte entre los 15 a los 29 años de edad. El abuso en el colegio, el ciberacoso y la difusión de imágenes o vídeos de alto contenido erótico, las altas tasas de paro y la falta de oportunidades laborales entre los jóvenes son factores de riesgo posibles.
Algunos sectores de la población más vulnerables han visto empeoradas sus condiciones de vida tras la crisis económica y las políticas de austeridad. De acuerdo con la OMS, los problemas mentales, la ingesta excesiva de alcohol y el suicidio se incrementan durante las recesiones económicas. En los países en los que se aplicaron medidas de protección social ante la crisis económica como Finlandia o Suecia no aumentaron, al contrario de lo que ocurre en países de la Unión Europea en los que sí se aplicaron recortes sociales.
La Generalitat Valenciana ha elaborado el Plan de Prevención del Suicidio y Manejo de la Conducta Suicida de la Conselleria de Sanitat Universal i Salut Pública como una acción prioritaria incluida en los objetivos de la Estrategia Autonómica de Salud Mental de la Comunidad Valenciana 2016-2020.
A partir de este Plan se han elaborado guías informativas orientadas a sanidad, educación y población en general para detectar cualquier tipo de conducta suicida y prevenirla. El personal sanitario deberá conocer la importancia del suicidio como grave problema de salud pública, identificar a los grupos vulnerables, los factores de riesgo y protección, las herramientas de detección y las pautas de actuación a seguir.
La guía de la GV expone unos factores de riesgo y otros de protección. Entre los factores de riesgo destacan las barreras para obtener acceso a la salud, los conflictos armados, el estrés por desplazamiento, la discriminación, el aislamiento y falta de apoyo social, los antecedentes de trauma o abuso, los conflictos en las relaciones, los trastornos mentales, el consumo de tóxicos, la pérdida de trabajo y financiera, la desesperanza, el dolor crónico, los factores genéticos y biológicos, los antecedentes familiares de suicidio y el intento previo.
Se consideran factores de protección de intento o conducta suicida la habilidad en la resolución de conflictos, la autoconfianza, la estabilidad emocional, las relaciones interpersonales y el apoyo familiar (se habla de "capital social" y es medido como el grado en que las personas confían en los otros en una sociedad), los valores culturales, la integración social, las creencias religiosas, espiritualidad o valores positivos, la atención integral a los trastornos mentales, enfermos crónicos o con abuso de alcohol, la educación para la salud mental, la prevención y promoción de la salud y la universalidad del sistema sanitario.
Como herramientas de detección de riesgo, la guía hace hincapié en las señales de alarma verbales con expresión de desesperanza, culpa, comentarios reiterativos sobre la muerte, despedidas, cambios en la conducta habitual, aislamiento, anhedonia, descuido en el aseo personal o resolución de asuntos pendientes.
La valoración del riesgo de suicidio se hará mediante la entrevista clínica y los cuestionarios y escalas estandarizados (Escala Sad Person, Escala de desesperanza de Beck, Escala de ideación suicida, Escala de intencionalidad suicida, Escala de depresión de Hamilton). La persona puede elaborar un plan de gestión de riesgos ayudado por familiares, amistades o personal sanitario. También puede ser útil el contrato de no suicidio o compromiso de no hacerse daño ante pensamientos suicidas y búsqueda de actividades alternativas.
Las intervenciones propuestas van encaminadas a mejorar la información sobre este grave problema en la sociedad, disminuir el estigma de los problemas de salud mental, limitar el acceso a medios para su consecución, la detección precoz en grupos vulnerables, en población con conductas suicidas, la activación de código suicidio y la continuidad de la asistencia.
Se ofrecen una serie de recursos, además del Servicio de emergencias 112, los centros de salud y las urgencias hospitalarias, como son el teléfono de la Esperanza y asociaciones como Viktor Frankl, Fundación ANAR, Caminar o la Sociedad Española de Suicidología.
En la página de la Conselleria de Sanitat Universal i Salut Pública podemos encontrar indicaciones sobre qué hacer o cómo ayudar:
Si crees que una persona de tu entorno está en riesgo, deberías …
·Tener disponibles teléfonos de ayuda o de emergencias: llamar al 112, acudir a urgencias hospitalarias, contactar con la unidad de salud mental si se trata de un paciente, informar a familiares y amigos para brindar apoyo
·Limitar el acceso a posibles medios lesivos: retirar objetos peligrosos o medios letales accesibles
·Evitar el aislamiento: no abandonar a la persona e involucrar a su entorno, respetando su espacio
·Mejorar las habilidades de comunicación: escucha atenta y respetuosa de sus opiniones y sentimientos, empatía
·Autocuidado de la familia y del entorno
Los proveedores de salud mental insisten en que el suicidio es prevenible si pacientes y familiares siguen los pasos correctos. La gente llega a la decisión de dejar de vivir por diferentes caminos, algunos durante meses, pero muchos en cuestión de minutos. Esas personas no serán valoradas por los servicios de salud mental. Se requieren más servicios psiquiátricos y más investigación para una mejor y más rápida atención y tratamiento para la depresión severa y pensamientos suicidas, pero eso no será suficiente.
Muchas personas con ideas suicidas no buscan ayuda por el estigma relacionado con los trastornos mentales. Sin embargo se sabe que el 75% de las personas que se suicidan contactaron con su médico de atención primaria y el 45% lo hizo el mes previo. Los médicos de familia conocemos el entorno de las personas y su red de apoyo y podemos tener un papel fundamental en el seguimiento tras el alta, en coordinación con salud mental y en el apoyo a familiares en el duelo.
El sufrimiento va ligado al ser humano y la falta de expectativas ante un futuro incierto y la desesperanza no siempre equivalen a depresión. Se ha comprobado que el aumento en el consumo de antidepresivos no ha disminuido la prevalencia de depresión ni la tasa de suicidios.
La prevención de este fenómeno complejo debe abordarse desde el ámbito sanitario y social. La sociedad debe favorecer los cuidados a los desfavorecidos, fomentar la participación de todas las personas y las redes de apoyo. Las políticas redistributivas y de protección social disminuyen la incidencia por este tipo de muerte. Las escalas de valoración de riesgo deben incorporar indicadores socioeconómicos que evidencian la vulnerabilidad de las personas. Los factores sociales deben visibilizarse evitando el abordaje limitado sobre los factores psicopatológicos individuales. Los planes de intervención a personas en riesgo social deben llevarse a cabo en colaboración con los servicios sociales. El enfoque basado en necesidades de los pacientes como la falta de vivienda o los ingresos insuficientes y la importancia de la comunicación entre médico y paciente pueden ser más beneficiosas que la derivación a salud mental o la indicación de tratamiento farmacológico. La escucha activa, el abordaje de las necesidades del paciente y factores modificables comunes del suicidio, sociales y clínicos, el contacto con la familia y amigos, la supervisión de la persona, las preguntas sobre tenencia de medios letales y la negociación de un plan de actuación son estrategias para el abordaje de una persona con sospecha de posible ideación suicida. Otras medidas son la disminución del uso de alcohol, mejora en los servicios de salud mental, recogida de datos de calidad sobre intentos y suicidio consumado y promoción de información responsable en los medios de comunicación. Los programas de intervención en población anciana también destacan como medidas efectivas.
Cada suicidio consumado deja una media de 6 personas supervivientes que sufrirán consecuencias psicológicas graves. Las acciones preventivas tienen una trascendencia pequeña pero son un deber social y sanitario.
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