viernes, 8 de junio de 2018

LA MORTALIDAD ENTRE LOS MIGRANTES SIN PERMISO DE RESIDENCIA SUBE UN 15%

Recientemente la Organización Mundial de la Salud ha celebrado el Día Mundial de la Salud propugnando la universalidad de la cobertura sanitaria. Paradójicamente, por estas mismas fechas España conmemoraba el triste aniversario de la implantación del nefasto Real Decreto 16/2012 por el que  casi un millón de personas fueron expulsadas del Sistema Nacional de Salud argumentando cuestiones economicistas, evitar el fraude en la obtención de las tarjetas sanitarias, el turismo sanitario, o la sobrecarga asistencial para el sistema sanitario.
A pesar de que estas hipótesis no se han podido demostrar en ningún estudio, la aplicación de dicho decreto ha abocado a la  población más vulnerable y con menos recursos a una situación de dramatismo sociosanitario al recortar y dificultar  el acceso a medicaciones, artículos ortoprotésicos y servicios sanitarios, situando a España en la cabecera de la desigualdad social en Europa. Aunque el argumento explícito principal del RDL 16/2012 fuera la sostenibilidad, ni siquiera se incluyó una memoria económica a la hora de publicarlo que justificara con datos la necesidad de esa norma, ni existen hasta la fecha datos que avalen la mejora de la sostenibilidad que se haya podido alcanzar con el RDL.

La migración internacional se ha incrementado sustancialmente en las últimas décadas. Se estima que en 1990 había 152 millones de migrantes en el mundo, aumentando en 2015 a 244 millones y 94 millones más en los últimos años, de  los que un 64%  van a  países desarrollados. Es un fenómeno sin precedentes que ha contribuido a generar en los distintos países debates y políticas defensivas  de algunos gobiernos de consecuencias negativas sobre la población nativa y la salud pública al negarles el acceso a la salud, convirtiéndolos en población vulnerable.

El llegar a un país desarrollado puede no resultar un paraíso, sino una carrera de obstáculos. Existe rechazo y aporofobia, agravado porque entre la población inmigrante hay una alta proporción de indocumentados y sin permiso de residencia que les dificulta el acceso a un derecho tan fundamental e inviolable como la salud. La atención sanitaria a población sin permiso de residencia, tanto a niños, como a embarazadas, ancianos, pacientes crónicos o pobres, en la Unión Europea está muy limitada. Existen grandes barreras burocráticas. La llegada de migrantes  se vive como una amenaza por determinados sectores de los países  desarrollados. Pese a los planteamientos  xenófobos  y aporófobos dominantes, algunos países y sectores de esos u otros países interpretan la inmigración de forma positiva como una alternativa  a fenómenos como  la despoblación o el envejecimiento,  que ponen en riesgo su relevo generacional y su sostenibilidad social. Y, por otra parte, con frecuencia, los migrantes tienen  miedo  de acceder a ella por temor a la deportación.

Algunos grupos de profesionales y voluntarios que trabajan cerca de la realidad de la población excluida sospechaban un impacto negativo relevante de la exclusión sobre la salud de estas personas, aunque sin confirmación objetiva.

Un trabajo reciente, The deadly effects of losing health insurance, presentado en  la Escuela Nacional de Sanidad, del que se ha hecho eco la prensa generalista, viene a poner cifras a aquellas sospechas. Los autores han estudiado los registros  de mortalidad publicados entre 2009 y 2015 por el INE y elaborado tasas comparativas entre población autóctona y extranjera de diferentes orígenes (africano, asiático y latinoamericano) que se corresponden con las nacionalidades de origen de la mayoría de inmigrantes antes y después de la reforma. Hasta la aplicación de la exclusión sanitaria, la mortalidad mantenía una tendencia decreciente paralela en la población autóctona y migrante. A partir de la aplicación del RDL 16/2012 las tendencias se disocian, aumentando la mortalidad en la población migrante, mientras se mantiene la tendencia a la baja en la población autóctona.
El estudio tiene como objeto estimar el efecto que produce la restricción en el acceso a la sanidad pública sobre la mortalidad de la población migrante afectada.

Los diferentes indicadores muestran  en los tres primeros años de reforma un incremento de mortalidad en migrantes sin permiso de residencia de 0,66 muertes /100000, con un coeficiente de significación de 1%,  que se traduce en un aumento del 15% con respecto a la pre reforma o 70 muertes adicionales al año en términos absolutos. El incremento es más significativo en el tercer año con un 22,6%.
Los datos de regresión muestran un incremento en el periodo de mortalidad del 16,7% en la población africana, 23,4% en la latinoamericana y,  en los tres grupos de migrantes, un fuerte y significativo efecto de la introducción del decreto sobre la mortalidad de los migrantes (1% para africanos y americanos y 30,4% en la asiática. El mayor incremento general de mortalidad se da en el grupo de 40 a 64 años (19,9%), atribuyéndose a la interrupción y falta de acceso a  tratamientos crónicos, seguido  del grupo de edad entre 20 a 39 años con un aumento de la tasa de  mortalidad mensual del 16,49%.
Las salvaguardas establecidas  por el  Real Decreto para embarazadas, menores y personas afectadas por procesos graves y urgentes  explicaría la contención de la mortalidad en estos grupos. 

Los autores atribuyen el aumento de mortalidad  a la falta de cobertura y acceso a los servicios sanitarios, la falta de detección de enfermedades con alta mortalidad y la interrupción de tratamientos en pacientes con enfermedades crónicas no transmisibles y oncológicas. No se encuentra un aumento significativo  de mortalidad en el caso de enfermedades infecciosas que requieren tratamiento crónico y de coste elevado como la infección por VIH- SIDA o la Tuberculosis, posiblemente porque  se ha  seguido interviniendo sobre ellas al generar alarma social y potenciales problemas de salud pública para la población autóctona. 

Por primera vez, los resultados de este estudio muestran que la restricción al acceso a la salud ha provocado un incremento de la mortalidad entre la población migrante sin permiso de residencia, con especial significación sobre las muertes evitables.

Los autores advierten que estos datos  pueden estar infraestimados, dada la situación de irregularidad administrativa de este grupo poblacional, que parcialmente podría no constar en los registros de mortalidad. Tampoco se conoce con exactitud el número de personas  con restricciones al  Sistema Nacional de Salud como resultado de la reforma de 2012. El entonces presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, afirmó en el Congreso de los Diputados el 20 de febrero de 2013 haber retirado 873.000 tarjetas sanitarias. Este último número representa un 13,87% de la población inmigrante en España en 2012 y un 1,86% de la población total.   El País  advierte que, hasta el momento, solo se dispone de algunos informes de organizaciones no gubernamentales como los de Red Acoge o Médicos del Mundo cuyas estimaciones se sustentan más bien, en casos particulares. Por su parte, en 2016 las autoridades españolas cifraron en 37.295 el número de extranjeros residentes sin permiso.

La aplicación del RDL 16/2012  ha sido muy polémica. A  pesar de que algunas Comunidades Autónomas como  (Aragón, Valencia, Cantabria, Baleares o Madrid  introdujeron leyes autonómicas  de acceso a la atención sanitaria para los migrantes sin permiso de residencia, el estudio tampoco ha hallado diferencias significativas en la mortalidad entre Comunidades Autónomas. Ente las causas para esa aparente paradoja podrían señalarse las  trabas para un acceso real y efectivo a los servicios de salud, el desconocimiento de la población o el personal de los centros sanitarios y el  temor de los migrantes a  que se les facture por la asistencia e incluso a la denegación del permiso de residencia y la expulsión si no hacen frente a la deuda contraída con la hacienda pública.

Queda mucho por andar. Pero este estudio aporta evidencia sobre una cruda e inadmisible  realidad que vulnera el derecho a  la salud de muchas personas. Detrás de los datos estadísticos y las tasas de mortalidad, se esconden muertos de primera categoría y muertos de segunda y una necesidad imperiosa, ineludible e inmediata de la abolición del funesto RDL 16/2012.


(Arnau Juan Marti Mestres, Guillem López Casanovas y Judit Vall Castelló. The deadly effects of losing health insurance. Investigación del Instituto de Economía de Barcelona,  del Centre de Recerca en Economia y Salut de la Universidad Pompeu Fabra; 2017)


Gloria Rabanaque Mallén

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