El trabajo analizó datos de 1,7 millones de ciudadanos de Francia, Italia, Portugal, Suiza, Reino Unido, Estados Unidos y Australia, estudiando cómo influye el nivel socioeconómico en la salud y la mortalidad, comparativamente con los factores de riesgo de enfermedades no transmisibles (ENT) tradicionales. Sus resultados coinciden con la evidencia previa: la pobreza es uno de los más fuertes indicadores de morbilidad y mortalidad prematura a nivel global.
En perspectiva, mientras que el consumo excesivo de alcohol reduce la esperanza de vida de los adultos de entre 40 y 85 años una media de 0,5 años, la obesidad lo hace en 0,7 años y la hipertensión arterial en 1,6 años, un bajo nivel socioeconómico predice un acortamiento de la esperanza de vida del individuo en 2,1 años. Por su parte, una conducta sedentaria reduce la esperanza de vida en 2,4 años y la diabetes en 3,9 años, siendo el consumo de tabaco el factor de mayor impacto, al reducirla en unos 4,8 años. No obstante, la distribución de estos factores de riesgo no es aleatoria, sino que sigue el bien conocido gradiente social de las diferencias en salud (que, por otra parte, es cada vez es más abrupto), de forma que los pacientes pertenecientes a un estatus socioecónomico y educativo bajo habitualmente tienen mayores tasas de consumo de tabaco y tienden a controlar menos el resto de factores, con lo cual pobreza y morbimortalidad están estrechamente relacionadas.
Estos factores fueron elegidos al ser los incluidos por la OMS para combatir las ENT en su plan para reducir su incidencia un 25% en el horizonte del año 2025. Los investigadores critican que las estrategias y acciones globales definidas por la organización excluyen las adversidades socioeconómicas como factor de riesgo modificable en las estrategias de salud globales y locales. Las autoridades sanitarias no ponen el foco sobre estos factores sociales, y tienden a lanzar mensajes preventivos a nivel individual cuando tratan de mejorar la salud de la población (del tipo: “Coma bien, haga deporte, no fume”). Ello tiende a responsabilizar habitualmente al individuo de sus enfermedades, debidas a un inadecuado “estilo de vida”, mientras se elude abordar factores poblacionales y algo realmente importante: las condiciones de vida, que, en general, son muy difíciles de escoger.
De igual forma que es posible promover el abandono de tabaco entre la población, los factores socioeconómicos también pueden modificarse, con intervenciones como la promoción del desarrollo y nutrición durante la infancia, mejorando el acceso a una educación, servicios públicos y una cobertura sanitaria universal de calidad, con políticas generadoras de empleo de calidad, de redistribución de la riqueza y reducción de la pobreza. Las estrategias de prevención de ENT se equivocan al no abordar con más intensidad las soluciones estructurales, pese a ser éstas las de mayor impacto potencial. La evidencia indica que la pobreza mata: no es ideología, es ciencia.
Bibliografía: Stringhini S, Carmeli C, Jokela M, Avedaño M, Muenning P, Guida F, et al. Socioeconomic status and the 25×25 risk factors as determinants of premature mortality: a multicohort study and meta-analysis of 1.7 million men and women. Lancet 2017; 389: 1229-37. Disponible en acceso abierto en: www.thelancet.com/journals/lancet/article/PIIS0140-6736(16)32380-7/fulltext
Javier Ramírez-Gil
MIR Medicina Familiar y Comunitaria
Centre de Salut Altabix, Elx
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