Lux es una mujer nigeriana sin permiso de residencia que ejerce la
prostitución en el barrio chino de Valencia, no tiene empadronamiento ni
pasaporte en regla, cuando tiene un problema de salud, acude a una ONG
socio-sanitaria para recibir atención médica.
Está atemorizada con acudir a un Centro de Salud por si le cobran la
atención y no tener dinero para pagarla, además
de que sea una manera de tenerla “registrada” y expulsarla de nuestro país. Lux es un ejemplo
de aporofobia.
El término “aporofobia” acuñado por Adela Cortina (Catedrática de
‘‘Ética y Filosofía Política de la Universidad de Valencia”) hace más de 20
años, hace referencia, tal y como recoge su libro “Aporofobia, el rechazo al pobre”. “Dícese del odio,
repugnancia u hostilidad ante el pobre, el sin recursos, el desamparado”( Del
griego á-poros ( pobre) y fobéo( espantarse).
Es, ciertamente una expresión que no existe en otras lenguas y aún no está introducido en la Real Academia
Española de la Lengua.
Sin embargo, si que aparece en la Wikipedia y es ampliamente
utilizada por asociaciones que trabajan en proyectos de exclusión social, como
la Fundación RAIS que hace uso de él para explicar las situaciones de violencia
ejercidas contra las personas sin hogar e, incluso, el Ministerio del Interior
lo utiliza para tipificar un delito de ofensa a los pobres.
Existe el repudio de la
xenofobia y el racismo, de la hostilidad
hacia el “xenos” hacia el extranjero, o hacia el que es de otra
raza; pero nunca se habla de la
repugnancia ante el “ áporos”, ante el sin recursos, ante el que parece que no
puede ofrecer nada interesante a cambio. Y, sin embargo, ése es el que molesta,
es la fobia hacia el pobre la que lleva a rechazar a las personas, razas y
etnias habitualmente sin recursos.
No repugnan los árabes de la Costa del Sol, ni los alemanes y
británicos dueños de la mitad del Mediterráneo, sólo nos repugnan los
desamparados y pobres que son totalmente vulnerables y que no aportan en la economía social.
Y es que es el pobre el que molesta, el sin recursos, el
desamparado, el que parece que no puede aportar nada positivo al PIB del país
al que llega o en el que vive desde antiguo, el que, aparentemente al menos, no
traerá más que complicaciones. De él cuentan los desaprensivos que engrosará
los costes de la sanidad pública, quitará trabajo a los autóctonos, es un
potencial terrorista, traerá valores muy sospechosos y removerá, sin duda, el “estar
bien” de nuestras sociedades, en las que indudablemente hay pobreza y desigualdad, pero incomparablemente
menor que las que sufren quienes huyen de las guerras y miseria.
Adela Cortina aclara que la “aporofobia” no sólo se limita a la
persona en situación de pobreza económica, sino a toda persona que esté en
situación de vulnerabilidad. Hay que
tener una sensibilidad muy grande para ver quién es el desprotegido, el
vulnerable, ya que no en todas las situaciones es evidente.
Detrás de la xenofobia que invade Europa y Estados Unidos, hay un
sentimiento de aversión, de rechazo al pobre. Lo que molesta primero de los
inmigrantes y luego de los refugiados, no es que sean extranjeros, sino que
sean pobres. Todas las fobias- homofobia, islamofobia, xenofobia- son
patologías sociales que se expresan en forma de odio al diferente, pero esta
llega enmascarada por el rechazo al pobre. Esta expresión nos hace reflexionar
sobre un sentimiento muy arraigado que, convenientemente manipulado con fines
electoralistas, se ha convertido en un problema político y un desafio para la
democracia.
“Donald Trump ganó las elecciones con un discurso “aporófobo” no
xenófobo. No atacaba a los extranjeros en general sino a los mexicanos pobres”.
Cortina profundiza en la biología evolutiva para demostrar que la
aporofobia está incrustada en nuestro cerebro como una marca de la lucha por la
supervivencia como especie. “ Todos los seres humanos somos aporófobos”.
Identificarse con el grupo y desconfiar del extraño durante mucho tiempo fue
una forma de defenderse de la amenaza de otros grupos tribales. Pero también
dentro del propio grupo surge el rechazo al pobre porque rompe las reglas de
cohesión interna basadas en dar y recibir. Los pobres no pueden dar , luego
nada se espera de ellos.
Esta es la razón por la que los discursos políticos que apelan a este tipo de emociones, tienen
tanta receptividad. Aunque sorprende que este discurso haya crecido tanto y tan
rápidamente, cuando hace apenas unos años Europa vivía sus mejores años gracias
a unas políticas públicas basadas en principios de solidaridad.
Se puede ahondar en la tendencia a la aporofobia si hay un
discurso público que la favorece, una ideología predominantemente neoliberal,
que es una reacción frente al Estado de bienestar y sostiene que el pobre es el
único culpable de su pobreza.
Cortina considera que hay dos grandes antídotos frente a este tipo
de fobias:
1-Reforzar y rehabilitar el Estado social. Reforzar el discurso de
la igualdad y del respeto a los derechos económicos y sociales que es el
fundamento de la social democracia. Garantizar estos derechos no consiste sólo
en aplicar políticas para erradicar la pobreza, sino en disminuir
desigualdades.
2- Educación en valores de solidaridad y respeto al diferente. Educar para la inclusión y la cooperación y no
para el conflicto.
Cortina, asegura que existe “un abismo” entre las declaraciones de
los organismos públicos y las instituciones y lo que realizan. Por ejemplo en la
Declaración de los Derechos Humanos firmada en 1948, que no ha visto su aplicación
directa 60 años después. “Declarar es comprometerse”. La Unión Europea y las
Naciones Unidas han firmado unas declaraciones que tienen que cumplir. Por una
parte estamos hablando de que tenemos unos valores y defendemos unos derechos y
a la hora de la verdad, queda muy lejos y justamente los que se quedan fuera de
todo este juego son los peor situados.
Todo ello se hace patente en la actual crisis de los refugiados en
que el viejo continente “se la está jugando”. Europa tiene una identidad fundada
en la hospitalidad, que está incumpliendo. Hay que trabajar a nivel diplomático
para que se acaben las guerras y no haya más refugiados, pero mientras tanto,
hay que organizar la hospitalidad y el asilo, señas de identidad de Europa.
Europa no ha acogido a los 182.504 refugiados a los que se
comprometió hace dos años. La Comisión Europea se fijó el 26 de septiembre de
2017 como fecha límite para acoger a las personas refugiadas y afrontar la
crisis humanitaria.
España solo ha cumplido con el 11% de la cuota de reubicaciones y
reasentamientos de personas solicitantes de asilo que, tras huir de países en
llamas como Siria o Irak, esperan en campos de refugiados en Jordania, Líbano,
Turquía, Grecia o Italia, donde reanudar una vida digna no es fácil.
En total, España ha reubicado a 1.279 solicitantes de asilo que
llegaron por mar a las costas de Grecia e Italia.
Asimismo, ha reasentado a 701 personas de campos de refugiados de
países limítrofes al conflicto sirio: 506 desde el Líbano y 195 desde Turquía.
En estas fechas expira el programa de la Comisión Europea de
reubicación y por tanto, dejarán de registrarse nuevos candidatos desde Grecia
e Italia.
La Comisión Europea se plantea incluir una nueva propuesta de
acogida desde terceros países, como Líbano, Jordania o Turquía para personas
que ya tengan el estatus de refugiado.
1- Cortina A,(2017) Aporofobia
, el rechazo al pobre. Editorial Paidós.
2-CEP (2017 , 14 de mayo ) “No es xenofobia, es aporofobia.” www.europapress.es. Derechos humanos.
3-Cortina A. (2000, marzo 7) “Aporofobia”. Articulo de opinión en
El País.
4-Sanchez G. (2017, septiembre 25). ”España, entre los Estados que
más han incumplido su cuota de refugiados junto a los países del Este”. El
diario.es
Inma Rico Salvador.
Médica de Familia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario